jueves, 12 de abril de 2007

Raul Chang y la Internet

Poco a poco, iremos repasando anécdotas de nuestro sensei en la derrota, aquí una de las últimas, antes de desaparecer misteriosamente.

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Antes de su misteriosa desaparición, nuestro maestro, Raúl W. Chang, tuvo su acercamiento a la “red de redes”: Internet.
Luego de escuchar por los varios rincones de Canelones sobre la existencia de este singular medio de comunicación, y tras varios intentos fallidos de conectarse a través de su máquina de escribir adosada al televisor, Chang adquiere a un precio elevadísimo una 286, y por medio de una línea de “ENTEL Uruguay” robada, logra el acceso al ciberespacio.
Después de escuchar el espantoso ruido que hacen las máquinas al conectarse con "dial-up", (algo como qjjjjj, criiiii, biiii, qjjjjj , mucha tecnología pero el ruido ese es una porquería), el oriental esbozó para si mismo las siguientes palabras: “De ahora en más, utilizaré este singular medio de comunicación para desafiar los límites de la ciencia, ampliar mis conocimientos acerca de la vida y destruir mitos y leyendas”… cinco minutos después, cedió ante las páginas con mujeres ligeras de ropa y los chistes de gallegos.
Su affaire con la red no terminó aquí. Mas tarde, después de completar extensísimos formularios y copiar minuciosamente una y otra vez los códigos de letras y números, logró hacerse de su cuenta de webmail. Algunas versiones dicen que era elponja_uruguayo@hotmail.com, otras tuponjafavorito_6969@yahoo.com.uy, o nomediscriminenporseramarillomalditoscaucasicos
777@canelonesnet.net.uy
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Los archivos del club de los buenos perdedores dicen que éste fue el puntapié inicial para uno de los pocos inventos de Chang que tuvo una inexplicable y molesta aceptación a nivel mundial: las cadenas de email. En su intento de hacer mas fácil el financiamiento de sus proyectos, Raúl consiguió varias direcciones de mail y les escribió: “Hola, mi nombre es Raúl Chang, necesito su apoyo para lidiar contra la discriminación de los grandes pensadores 'asiático–latinoamericanos' como yo. Por favor, deposite trescientos dólares o mas en la cuenta 2359383-54564 / 345 – 02 RWC, y recibirá una hermosa postal con la foto de dos de los integrantes de Poison a modo de agradecimiento. En caso de no hacerlo, su casa se prenderá fuego, su hija se casará con un bajista de punk, su señora se escapará con el verdulero, su hijo le confesará sus deseos de ser la reina del carnaval de Gualeguaychú, y yo mismo me envainaré a su perro chihuahua… muchas gracias”.
Obviamente, nuestro héroe nunca recibió dinero, sino una insoportable lluvia de Spam dentro de sus casillas. Mails con asuntos tan variados como “Agrande su pene en 15 días”, “Tenga lo mejor para su insoportable niño en su día”, “Haga el amor como un rock star”,”Visite Tupungato” o “Haga desaparecer a su suegra en 20 lecciones de Tai-chichuan”.
Cansado de esto, Chang dio de baja todas sus cuentas y arremetió nuevamente con los sites. De esta manera, comenzó a darle forma a su propia página Web. Hemos consultado a los miembros más memoriosos del club al respecto y las distintas fuentes nos dijeron que era algo así como www.soyamarilloyque.8k.net.uy, geociticies/yahoo/groups/japonenes/
calayatevoyaagarrar.4t.org.jp o www.nomejodanporserponjaporfavor.canelones.net.edu.mil.gov.uy.
Cuentan que el contenido del site iba desde un muestrario de sus inservibles inventos, poemas de amor para su amada Cala y fotos de Zulma Faiad hasta recetas para cocinar el mejor sushi de todo el Atlántico.
Unos pocos meses después, luego de sobrevivir casi milagrosamente a una incesante serie de spywares, adwares y virus, y de salir ileso de una terrible tormenta de ventanas con leyendas como “Free pics”, “No credit card needed” y “Amazing nude teens in your Email”, Raúl W. Chang dijo: “Ni un samurai puede contra esta lluvia de ventanas emergentes, pero ¡Que buena que está Pamela Anderson!. Permiso, voy al baño”.

jueves, 5 de abril de 2007

La fundación del Club de los Buenos Perdedores

Dirigidos por el espíritu místico e intrascendente de Raúl Chang, Brando Bruni y Juan Pablo Carlino decidieron tomar el estandarte que su maestro dejó unos años atrás.
Bendecidos por la derrota constante, las ilusiones perennes y las ansias de un mundo mejor (o al menos más fácil), fundaron el Club de los Buenos Perdedores, bajo el lema de sublimar aquello que Chang con empeño predicó con su propia vida: la derrota como una alternativa de vida mas accesible.

La Honorable Comisión de los Buenos Perdedores fue fundada el 20 de diciembre del 2002, año de la Garlopa, según los historiadores Lituanos. Tras horas de discusiones, y varios brindis improvisados, la C.D. bajo la forma de triunvirato fue integrada por los siguientes miembros:

  • Brando Bruni - vocal suplente
  • Juan Pablo Carlino - prosecretario auxiliar
  • El “Larva” Saturno - secretario suplente de prensa

Confundidos por la euforia del momento y los brindis improvisados, la Comisión Directiva no atinó a decir mas que "¡Salú!".
Algunos testigos afirman haber visto como el trío de perdedores disputó un partido de truco gallo mientras coreaban el nombre de Zulma Fayad, musa inspiradora de Raúl Chang. Finalmente y ante un intenso amanecer, algunos mozos les pidieron con una seña poco amable que se retiraran del lugar.

Días mas tarde, un 27 de diciembre de mismo año, nuestros protagonistas reconocen la necesidad de un espacio que permita difundir los nobles ideales del grupo, la vida y obra de su rantifuso prócer. Al instante se contactaron con Antonio Carrizo quien les sugirió que intentaran en Japón - "bien lejos de la Argentina, por favor" - en honor al padre de Chang. Sin mucho convencimiento de la idea de Antonio, los buenos perdedores, deciden utilizar las ondas hertzianas como medio de difusión de las ideas de Raúl.

Finalmente, llenos de euforia mas que de talento, conducidos por la admiración hacia su héroe, el primer triunvirato de Buenos Perdedores realizó su histórica primera emisión. Fue el 3 de enero del año 2003, año del oso panda chileno. Esa misma noche, Mariano Closs admitía públicamente su adicción al praliné.

A partir de ese día nada fue como antes. El “Larva” Saturno dejó a un lado su bicicleta y se retiró al Monte Suñé, a meditar con unos levitas de la zona, mientras que Carlino y Bruni exhibieron personalidades erráticas y por momentos antagónicas. Algún fulano trasnochado dice haberlos visto bajo la identidad de Batman y Robin, otros están seguros de que son Celeste y Vanina, Luisa y Romi, Papu y Laucha, Robert Trujillo y Eric Estrada.

El ciclo "Buenos Perdedores" registró una audiencia inesperada, una paradoja que los obligó a meditar su fidelidad hacia Chang. El fenómeno los asustaba; individualmente cada uno seguía siendo el mismo pascual fracasado (rebotaban en los bailes del club, perdían su sueldo en la rula y reenviaban las cadenas de mail) pero juntos habían conseguido lo que Chang no logró en vida. Sin llegar a una respuesta convincente, tomaron la decisión de cerrar el ciclo.

Años después, luego de encaminarse por separado en empresas fallidas y proyectos fugaces, vuelven a reunirse para dar forma una vez mas al club. Deciden entre los tres, con un sistema de poleas y resortes, levantar nuevamente la antena transmisora para que sus ideas viajen por el éter, pues nunca fueron mas que eso, aire.

De aquí en mas, esta en ustedes, radioescuchas e internautas, hacer del club de los Buenos Perdedores una institución grande y pujante, aunque sea, para que su fracaso sea aun mas rotundo. Ya lo dijo Chang: "Mal de muchos, consuelo de tontos... pero da menos vergüenza".

Porque a todos en la vida nos toca perder, alcemos las copas una vez mas, digamos "¡salú!" por nuestro querido y admirado Raúl Chang y otra vez a la cancha, que ahí es donde se ven los pingos. Esta última no es una frase de Chang, su autor es desconocido.

Raúl Chang: el "Buen Perdedor"

Sus padres

Nacido bajo el signo de interrogación en Hai-Chen, un pequeñísimo pueblo de Japón, el padre de Raúl Chang dedicó gran parte de su vida a la venta ilegal de sacacorchos, llegando a ser el mas importante de toda Asia. Tras escapar milagrosamente de la mafia bielorrusa en las afueras de Kyoto, cuando éstos descubrieron que fueron estafados con un cargamento trucho de unos cientoveintemil sacacorchos, decidió esconderse en Sudamérica. Eligió como lugar de residencia Canelones, en Uruguay. El padre de Raúl había leído ya varios diarios argentinos a causa de su fanatismo inexplicable por la novela “Rolando Rivas Taxista” y por el club de fútbol Flandria, y siempre notó que llamaban a los habitantes de ese país “orientales”, así creyó que pasaría desapercibido en aquellas lejanas tierras.
Huyó escabulléndose en un barco que cargaba celofanes, y ni bien arribó al puerto de Montevideo se dio cuenta de su errada deducción.
Caminando lento, llegó a Canelones para conocer, solo dos horas después, a Amanda López, quien seria su esposa y madre de nuestro querido y admirado Raúl.

Su niñez

De niño, ya se le notaban a Raúl Chang sus características principales: en la primaria siempre se lo veía yendo al arco, perdiendo toneladas de figuritas al “chupi pri” y millones de bolitas, nunca pudiendo acertarlas en el “opi”, pero siempre perseverando y utilizando sus propias técnicas, tan innovadoras como improductivas. Es cierto que algunos compañeritos lo seguían, pero se cansaban antes de que suene la campana, al notar al instante la inutilidad de su palabrerío.
La televisión y el cine marcaron a fuego la personalidad de nuestro héroe. Cada vez que se sentaba frente a la caja boba, disfrutaba de sobremanera observar las peripecias (pocas por cierto) de los personajes secundarios (y hasta terciarios) de distintos programas. Así fue que su pequeña habitación se veía empapelada con las figuras de Snarf, Orko, Flecha Verde, Man At Arms, el tío Jessie, Larguirucho, Goofy y, su mayor ídolo, Robin.

Su adolescencia
El joven Raúl continuó demostrando su talento para la derrota constante.
En la secundaria terminó con el cuarto mejor promedio (4,78), lo que sin dudas es meritorio, pero nadie lo felicitó, porque no alcanzó a ser siquiera escolta. Mas aún, fue nombrado "escolta suplente", para que su intrascendencia quede registrada en los anales del "Instituto Municipal de Canelones - Cabo Primero Walter Zambularda".
Inmutable ante las vulgares críticas populares que lo gastaban por irse de los bailes del Club de Ferroviarios con alguna de las menos codiciadas mujeres, Chang se defendía argumentando, ante la mirada incrédula de críticos, que lo hacía porque no podía dejar de ser un caballero y permitir que esas señoritas caminaran solas ante el peligro de la noche, donde se puede encontrar a ladrones, violadores y caballeros fracasados.

La autoproclamación

En los cinco años del Zambularda, Chang estuvo profundamente enamorado de una compañera de curso: Cala Zelaya, la niña mas bonita de todo Canelones y sus alrededores, "Reina de la panceta ahumada" y "Primera princesa del bife a caballo", ambos títulos conseguidos el mismo año y con el mismo jurado.
Raúl admiraba profundamente su manera de caminar, sus ojos, su sonrisa, sus gestos, cuando todo Uruguay bailaba candombe al ver sus voluptuosos senos.
Otro dato que había obnubilado a Raúl, era el amor sin respiro de Cala. Al menos eso era lo que le comentaban sus amigos, sus compañeros de escuela y todo canelones, hasta su propio padre.
Él, en una de sus mas inútiles pero recurrentes estrategias para seducirla, le enviaba a su domicilio una docena de calas por semana, haciendo un acto tan poco original como de mal gusto. También lo hacía en sus poemas, donde comparaba a su musa inspiradora con una de las flores mas vistas en cualquier cementerio. Por supuesto, Cala hizo caso omiso, y hasta se sintió amenazada, denunciando mas tarde a Raúl por acoso sexual. Él, entre las rejas de los calabozos canelonenses, insistía en que ese amor era correspondido por Cala, solo que ella era incapaz de aceptarlo por su origen japonés.
Llegado el final de la cursada, en la fiesta de egreso, fue donde nuestro ídolo recibió un cachetazo demoledor. Vio entrar a su amada de la mano de Walter Zambularda III, el capitán de pelota paleta en el equipo escolar y chico popular por excelencia. Aquí, juntó coraje y se acercó, en un momento en que Walter se encontraba a una distancia prudencial, y le confesó su desmedido amor. Ella solo dijo: "Te quiero como amigo". La señal era inconfundible. Y Chang la vio.
A partir de aquel momento, Raúl Chang supo que él era el elegido y se autoproclamó como la luz guía, Mesías y maestro de un nuevo movimiento: "Buenos Perdedores".