Sus padres
Nacido bajo el signo de interrogación en Hai-Chen, un pequeñísimo pueblo de Japón, el padre de Raúl Chang dedicó gran parte de su vida a la venta ilegal de sacacorchos, llegando a ser el mas importante de toda Asia. Tras escapar milagrosamente de la mafia bielorrusa en las afueras de Kyoto, cuando éstos descubrieron que fueron estafados con un cargamento trucho de unos cientoveintemil sacacorchos, decidió esconderse en Sudamérica. Eligió como lugar de residencia Canelones, en Uruguay. El padre de Raúl había leído ya varios diarios argentinos a causa de su fanatismo inexplicable por la novela “Rolando Rivas Taxista” y por el club de fútbol Flandria, y siempre notó que llamaban a los habitantes de ese país “orientales”, así creyó que pasaría desapercibido en aquellas lejanas tierras.
Huyó escabulléndose en un barco que cargaba celofanes, y ni bien arribó al puerto de Montevideo se dio cuenta de su errada deducción.
Caminando lento, llegó a Canelones para conocer, solo dos horas después, a Amanda López, quien seria su esposa y madre de nuestro querido y admirado Raúl.
Su niñez
De niño, ya se le notaban a Raúl Chang sus características principales: en la primaria siempre se lo veía yendo al arco, perdiendo toneladas de figuritas al “chupi pri” y millones de bolitas, nunca pudiendo acertarlas en el “opi”, pero siempre perseverando y utilizando sus propias técnicas, tan innovadoras como improductivas. Es cierto que algunos compañeritos lo seguían, pero se cansaban antes de que suene la campana, al notar al instante la inutilidad de su palabrerío.
La televisión y el cine marcaron a fuego la personalidad de nuestro héroe. Cada vez que se sentaba frente a la caja boba, disfrutaba de sobremanera observar las peripecias (pocas por cierto) de los personajes secundarios (y hasta terciarios) de distintos programas. Así fue que su pequeña habitación se veía empapelada con las figuras de Snarf, Orko, Flecha Verde, Man At Arms, el tío Jessie, Larguirucho, Goofy y, su mayor ídolo, Robin.
Su adolescencia
El joven Raúl continuó demostrando su talento para la derrota constante.
En la secundaria terminó con el cuarto mejor promedio (4,78), lo que sin dudas es meritorio, pero nadie lo felicitó, porque no alcanzó a ser siquiera escolta. Mas aún, fue nombrado "escolta suplente", para que su intrascendencia quede registrada en los anales del "Instituto Municipal de Canelones - Cabo Primero Walter Zambularda".
Inmutable ante las vulgares críticas populares que lo gastaban por irse de los bailes del Club de Ferroviarios con alguna de las menos codiciadas mujeres, Chang se defendía argumentando, ante la mirada incrédula de críticos, que lo hacía porque no podía dejar de ser un caballero y permitir que esas señoritas caminaran solas ante el peligro de la noche, donde se puede encontrar a ladrones, violadores y caballeros fracasados.
La autoproclamación
En los cinco años del Zambularda, Chang estuvo profundamente enamorado de una compañera de curso: Cala Zelaya, la niña mas bonita de todo Canelones y sus alrededores, "Reina de la panceta ahumada" y "Primera princesa del bife a caballo", ambos títulos conseguidos el mismo año y con el mismo jurado.
Raúl admiraba profundamente su manera de caminar, sus ojos, su sonrisa, sus gestos, cuando todo Uruguay bailaba candombe al ver sus voluptuosos senos.
Otro dato que había obnubilado a Raúl, era el amor sin respiro de Cala. Al menos eso era lo que le comentaban sus amigos, sus compañeros de escuela y todo canelones, hasta su propio padre.
Él, en una de sus mas inútiles pero recurrentes estrategias para seducirla, le enviaba a su domicilio una docena de calas por semana, haciendo un acto tan poco original como de mal gusto. También lo hacía en sus poemas, donde comparaba a su musa inspiradora con una de las flores mas vistas en cualquier cementerio. Por supuesto, Cala hizo caso omiso, y hasta se sintió amenazada, denunciando mas tarde a Raúl por acoso sexual. Él, entre las rejas de los calabozos canelonenses, insistía en que ese amor era correspondido por Cala, solo que ella era incapaz de aceptarlo por su origen japonés.
Llegado el final de la cursada, en la fiesta de egreso, fue donde nuestro ídolo recibió un cachetazo demoledor. Vio entrar a su amada de la mano de Walter Zambularda III, el capitán de pelota paleta en el equipo escolar y chico popular por excelencia. Aquí, juntó coraje y se acercó, en un momento en que Walter se encontraba a una distancia prudencial, y le confesó su desmedido amor. Ella solo dijo: "Te quiero como amigo". La señal era inconfundible. Y Chang la vio.
A partir de aquel momento, Raúl Chang supo que él era el elegido y se autoproclamó como la luz guía, Mesías y maestro de un nuevo movimiento: "Buenos Perdedores".
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